La dieta cetogénica y el ayuno intermitente se destacan por provocar un descenso de la glucemia (niveles de glucosa en sangre). Teniendo en cuenta que la glucosa es el principal nutriente de nuestro cerebro, la pregunta es: ¿disminuir el consumo de azúcar es perjudicial o beneficioso para nuestro cerebro?
La dieta cetogénica consiste en reducir el consumo de azúcares (menos del 10 % del total de calorías consumidas) a la vez que se eleva el consumo de grasas de origen vegetal y animal (más del 75 % de las calorías totales).
La estrategia provoca un importante cambio del metabolismo. Nuestros tejidos empiezan a oxidar grasas, en lugar de glucosa, como fuente principal de energía. Sin embargo, como las neuronas son incapaces de utilizar las grasas como alimento, el hígado se ve obligado a fabricar cuerpos cetónicos a partir de las grasas, que sí sirven como nutrientes para el cerebro. Este proceso se conoce como cetosis.
Con el ayuno intermitente ocurre algo similar: el ayuno prolongado (más de 12 horas) obliga al hígado a sintetizar temporalmente cuerpos cetónicos hasta la siguiente comida.
Beneficios de la dieta cetogénica para el cerebro
La dieta cetogénica se utiliza con éxito desde hace más de 90 años para tratar la epilepsia en niños. Además, se pudo comprobar que esta dieta también mejora los síntomas y protege contra las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o Parkinson.
La cetosis protege contra el depósito de proteínas amiloides y tau, causantes del Alzheimer. También actúa contra la epilepsia, glioma maligno, las migrañas y otros trastornos neurológicos. Por si fuera poco, las cetonas también aceleran la recuperación en los casos de lesión cerebral.
En personas con Alzheimer, varios estudios comprobaron que sus capacidades cognitivas mejoran con una dieta cetogénica. En personas sanas, la combinación de una dieta cetogénica y suplementos de ácidos grasos de cadena media (aceite MCT derivado del coco) es capaz de inducir la cetosis más rápidamente.
En un experimento con personas jóvenes las medidas del rendimiento mental mejoraron al cabo de dos semanas de incrementar sus cetonas. En otro experimento con personas mayores sanas, una sola comida cetogénica (muy baja en carbohidratos) suplementada con MCT fue suficiente para mejorar sus capacidades cognitivas.
Cuatro efectos del ayuno intermitente en el cerebro
1. Cetosis. “El objetivo de muchas rutinas de ayuno intermitente es activar un “interruptor metabólico”, según un estudio, para pasar de quemar predominantemente carbohidratos a quemar grasas. Esto se llama cetosis y generalmente ocurre después de 12 a 16 horas de ayuno, cuando se agotan las reservas de glucógeno y del hígado. Las cetonas, sustancias químicas producidas por este proceso metabólico, se convierten en la fuente de energía preferida del cerebro.
2. Sincronización circadiana. Comer a horas que no coinciden con los ritmos diarios naturales del cuerpo puede alterar el funcionamiento de los órganos. Las personas que trabajan por la tarde, la noche o en turnos rotativos, tienen un mayor riesgo de obesidad, enfermedades cardíacas y diabetes, según estudios. Pero adoptar un patrón de alimentación que se alinee con el ritmo circadiano puede reducir estos riesgos.
Un estudio de 2021 de 883 adultos en Italia indicó que aquellos que restringían su ingesta de alimentos a diez horas al día tenían menos probabilidades de sufrir deterioro cognitivo en comparación con aquellos que comían sin restricciones de tiempo. “La manipulación del momento de la alimentación/ayuno ha surgido como una estrategia innovadora para contrarrestar y tratar el deterioro cognitivo”, dijeron los investigadores.
3. Mitocondrias. El ayuno intermitente puede proporcionar protección cerebral al mejorar la función mitocondrial, el metabolismo y reducir los oxidantes, según investigaciones.
“La función principal de las mitocondrias es producir energía y son cruciales para la salud del cerebro. Muchas enfermedades relacionadas con la edad están estrechamente relacionadas con un desequilibrio entre el suministro y la demanda de energía, probablemente atribuido a la disfunción mitocondrial durante el envejecimiento”, dijo la especialista Lilian O´Neill.
4. El eje intestino-cerebro. El intestino y el cerebro se comunican entre sí a través de los sistemas nerviosos del cuerpo. El cerebro puede influir en cómo se siente el intestino y este puede afectar el estado de ánimo, la cognición y la salud mental.
El doctor Matías Iglesias, del Servicio de Psiquiatría de Fleni, expresó a Infobae en una nota reciente: “Desde la síntesis de neurotransmisores en el cerebro hasta la influencia en la microbiota intestinal, la dieta desempeña un papel crucial en nuestra salud mental y emocional”.
Y añadió: “El intestino y el cerebro están interconectados de manera bidireccional a través de lo que se conoce como el eje intestino-cerebro”.